Un encuentro único entre literatura y vino
Más de 200 personas se dieron cita en Vilaboa, un enclave costero de las Rías Baixas, para participar en una experiencia cultural sin precedentes: ‘100 vinos, 100 libros’. El evento unió la pasión por la lectura y la cultura del vino en un espacio con gran valor histórico, junto a un antiguo horno de cal del siglo XIX, frente al mar.
En este marco singular, la palabra y el vino se dieron la mano. Durante la jornada, los asistentes pudieron conversar con autores, descubrir nuevas propuestas literarias y degustar una cuidada selección de vinos procedentes de todas las denominaciones de origen de Galicia. Una forma de celebrar, a la vez, la riqueza vitivinícola y el talento editorial local.
Cultura enraizada en el territorio
El escenario no fue casual. El horno de cal donde se desarrolló la actividad fue en su día clave para la industria naval gallega. Hoy, reconvertido en símbolo patrimonial, se alza como testigo de una jornada que puso en valor la memoria del lugar y su vinculación con el paisaje. Las bateas de mejillón, visibles desde el recinto, recordaban que la tradición y el entorno siguen muy presentes en la vida cultural gallega.
La iniciativa fue impulsada desde el ámbito local, con el apoyo del Ayuntamiento de Vilaboa y la organización de Paadín Eventos. El objetivo: acercar la cultura a todos los públicos mediante una propuesta al aire libre, participativa y con identidad propia. Pese a las previsiones meteorológicas poco favorables, la lluvia respetó el evento, permitiendo que todo se desarrollara con normalidad.

Un ambiente abierto, inclusivo y generacional
La respuesta del público fue entusiasta. Personas de todas las edades —desde lectoras veteranas hasta jóvenes descubiertos por redes sociales— compartieron el entusiasmo por una cita que rompió los esquemas tradicionales de los actos culturales. La cercanía del entorno, el contacto directo con autores y bodegueros, y el aire informal contribuyeron a crear una atmósfera cálida y participativa.
“Fue una sorpresa muy agradable. Nunca imaginamos algo así en un sitio así”, comentaba una de las asistentes. Otro visitante, tras pasar la tarde completa en el lugar, subrayaba que “el ambiente, el sitio y la propuesta lo merecían”. Comentarios que reflejan el impacto emocional de una jornada que acercó la cultura al corazón de la comunidad.

Una red de colaboraciones locales
Desde la organización se destacó el papel del club de lectura local, que fue fundamental en la construcción y difusión de la propuesta. También se reconoció la implicación de editoriales independientes y pequeños proyectos vitivinícolas, que compartieron sus productos con el público de forma generosa, abierta y cercana.
Esta colaboración entre distintos agentes —públicos, privados, culturales y agrícolas— fue clave para dar forma a un evento que se concibe como un modelo de cultura sostenible: ligado al territorio, accesible, y creado desde abajo. El vino y el libro, como productos de creación lenta y reflexión, se convirtieron en vehículos de identidad local y cohesión social.

Un modelo de cultura para el futuro
Desde el Ayuntamiento se valoró el evento como un ejemplo del tipo de cultura que se quiere fomentar en el municipio: inclusiva, participativa y con raíces. El alcalde lo resumió así: “Queremos celebrar lo que somos: paisaje, historia, palabra y producto local”. Una declaración que apunta a una política cultural que va más allá del entretenimiento, apostando por la memoria compartida y el orgullo del lugar.
‘100 vinos, 100 libros’ no fue solo una actividad más. Fue una declaración de intenciones, una forma de demostrar que la cultura puede vivirse de forma diferente: cercana, sabrosa, y profundamente conectada con el entorno.
Literatura que se saborea, vino que se lee
La experiencia dejó claro que la literatura también puede degustarse, y que el vino no solo se bebe: se narra, se escucha, se comparte. En este cruce entre palabra y sabor, se generaron conexiones que fueron más allá del evento. Las personas no solo se llevaron libros y botellas: se llevaron recuerdos, historias y una nueva forma de ver la cultura.
Además, el encuentro tiene vocación de continuidad. La buena acogida y la implicación de los distintos agentes implicados refuerzan la idea de que este formato puede repetirse y crecer, consolidándose como una cita anual en el calendario cultural gallego.
Sostenibilidad cultural y social
Más allá del disfrute, este tipo de eventos demuestran que es posible crear cultura desde una lógica sostenible. Apostar por lo local, reutilizar espacios históricos, implicar al vecindario y facilitar el acceso a la cultura son fórmulas que fortalecen el tejido social y cultural.
Iniciativas como esta no solo promueven la lectura o el consumo de vino de calidad. Revitalizan espacios en desuso, dinamizan la economía local y fomentan el turismo sostenible. Una apuesta que une el presente con el pasado y mira al futuro con una propuesta clara: celebrar lo que somos desde la tierra que nos sostiene.

